25 de septiembre de 2008

PRESTAR O NO PRESTAR

¿Prestar o no prestar? Esa es la cuestión. Somos libres para elegir un opción u otra, menos mal!!!
La verdad es que a mi no me gusta prestar. No por egoísmo o por racanería, sino porque cuando me compro un libro, me gusta darle vida. Dónde lo he comprado, cuándo, quién me lo ha regalado....
Le hago un hueco en el armario, se llena de polvo, lo tapan nuevos libros, un día reaparece... No sé. Creo que cuando compro un libro empieza a tener alma.
Si lo uso mucho, se manchará de grasa, patatas, coca-cola light...; olerá a todos y cada uno de los sitios donde lo lleve, los viajes en el metro o en el autobús a trabajar, a tomarte algo, la espera en el médico, me acompañan en las largas colas cuando te tiras toda la mañana haciendo papeles y papeles, el olor de mi habitación, de mi salón...
Cada libro va acompañado de su propia banda musical, del momento de tu vida que estás viviendo. Por ejemplo, hay una canción de Pereza que siempre que la escucho me acuerdo de El Perfume, de Patrick Süskind, posiblemente, porque lo leí en los viajes en metro cuando iba a Ciudad Lineal y esa canción sonaba a todas horas en mi mp3.
Quizás parezca contradictorio, porque si lo presto, tendrá más vida. Pero no es así. El novio y el dinero no se prestan... por algo será, no??? Quizás no vuelvan a tu mano. Y entonces ese libro quedará abandonado, probablemente en una estantería desconocida, con otros libros desconocidos...
Hay libros que están creados para vivir prestados, tienen su lugar en las bibliotecas, tienen unas vidas llenas de cambios, pero siempre vuelven a la misma estantería, con lo mismos libros, en el mismo hueco. Están marcados. Creados para tal fin.
Pero los libros que me compro o me regalan, mis libros, tienen su vida en mi casa, cerca de mi, dispuestos a ser limpiados un día de polvo para ser releídos, ocupando su lugar, acompañando a otros libros.
Son parte de mi. De mi historia personal. De mi vida. De mis días y mis noches. De mis viajes. De mis esperas. De mis ratos libres.
Por eso no me gusta prestarlos. Mi vida es sólo mía.