22 de abril de 2008

ES FÁCIL DEJAR DE FUMAR, SI SABES CÓMO, de Allen Carr

Lo prometido es deuda. Aquí está mi super-mega-libro de autoayuda.
Lo compré allá por el año 2003 y lo leí entonces.
Duré un mes sin fumar, hasta que un sábado salí de fiesta y no pude soportarlo. "Sólo uno, sólo uno" y al final volví a estar enganchadísima.
Después de esto pasaron varios años convenciéndome de que fumaba porque yo quería, que me gustaba, que me calmaba los nervios, pero también me activaba... De todo.
Y la verdad, he de decir, que todo eso lo conseguía el tabaco. O mejor dicho, mi propia mente cuando fumaba. No la sustancia en sí, sino mi pequeño cerebro de idiota.
El año pasado, por mayo o así, decidí que dejaría de fumar cuando terminaran las oposiciones en junio. Lo intenté, de verdad, pero me pillé un catarrazo de la .... en pleno mes de agosto. Tuve que bajarme y todo al hospital a urgencias. Hubo alguien que me dijo que es por dejar de fumar. Que los fumadores tienen una capa que protege la garganta (por la mierda que tragamos) y que cuando lo dejas, esa placa se quita, y eres propenso a coger más catarros... O eso fue al menos lo que yo entendí. Total, que al final seguí fumando, porque total, que más daba, estaba enferma igual.
Hasta que en septiembre volví a leerme este gran libro. Y lo dejé. Y sin esfuerzo. He de reconocerlo, leí el libro y dejé de fumar.
Eso sí, no creo que haya una relación de causa-efecto, simplemente es una correspondencia entre ambos. En esa época mi vida era tranquila, sin estrés, feliz... Y tenía apoyos suficientes. Pero cuando a los 3 meses se puso un poco cuesta arriba, fui directa al estanco. La razón "qué más da, si mi vida es una mierda, pues fumo".
Desde entonces mi mente y mi cuerpo han discutido y discutido. Déjalo, sigue, déjalo, sigue. Ahora he vuelto a dejarlo, ¿la definitiva? ojalá. Pero no pondría la mano en el fuego.
Y quiero dejarlo, la verdad es que sí, pero no sé si mi pobre mente será tan fuerte...

7 de abril de 2008

LAS CENIZAS DE ÁNGELA, de Frank McCourt

He rescatado este libro de la "pequeña" biblioteca que tiene mi padre en la buhardilla en Salamanca. Creo que no es un libro que él haya comprado, la verdad, pero ahí estaba y de allí me lo traje. Ahora, después de 15 días, está encima de la mesa de un salón en Madrid, ya leído y disfrutado.
Cuenta la propia historia del autor, Frank McCourt. Su infancia. Mejor dicho, su mala infancia. Según iba leyendo el libro, me estaba pasando lo mismo que cuando mis padres me cuentan anécdotas de cuando eran pequeños en el pueblo. Lo imagino todo en blanco y negro. Soy incapaz de darle color a la historia. Quizás sea por la infancia tan cruel que pasa el pequeño Francis, quizás por el concepto que tengo yo de esa época no tan lejana, quizás porque me parece tan irreal lo que leo, que no quiero hacerlo real. Aunque en el fondo sé que es real, y por desgracia, que aún sucede, y en color.
Me gusta cómo lo escribe. Según iba leyendo, me imaginaba a un niño escribiéndolo, no a un adulto. Con sus frases cortas, su lógica ilógica, su inocencia... Aunque en ocasiones se delata. En más de una ocasión me he encontrado pensando ¿cuánto le habrá afectado esta infancia? ¿cómo será Frank McCourt en el 2008? ¿que pensará su esposa, si la tiene? ¿y sus hijos/as?
También he tenido momentos de estar leyendo repeticiones que siguen hoy en día. Como la moda, que después de varios años se vuelven a llevar las calzas, o los pantalones de campana. Y empiezo a pensar que no hemos mejorado tanto, que la tecnología puede habernos hecho la vida más fácil, pero sigue siendo igual. Hay un párrafo que creo lo describe claramente:
"Vamos a la escuela por callejones y callejuelas para no encontrarnos con los niños respetables que van a la escuela de los Hermanos Cristianos ni con los ricos que van al colegio Crescent, el de los jesuitas. Los niños de las escuelas de los Hermanos Cristianos llevan chaquetas de tweed, jerseys de lana calientes, camisas, corbatas y botas nuevas y relucientes. Sabemos que son los que trabajarán de funcionarios y ayudarán a la gente que dirige el mundo. Los chicos del colegio Crescent llevan chaquetas cruzadas y bufandas con los colores del colegio al cuello y por encima de los hombros para mostrar que son los amos del cotarro. LLevan el pelo largo, les cae por la frente y encima de los ojos, para poder mover el flequillo de un gesto como hacen los ingleses. Sabemos que son los que irán a la universidad, se harán cargo de la empresa familiar, dirigirán el gobierno, dirigirán el mundo. Nosotros seremos los recaderos que iremos en bicicleta a repartirles los comestibles o iremos a Inglaterra a trabajar en las obras. Nuestras hermanas cuidarán a sus hijos y les fregarán los suelos, a no ser que también ellas se vayan a Inglaterra. Nosotros lo sabemos..."
¿No os recuerda a algo? Soy maestra, y a mí, personalmente, me recuerda a la segregación que existe actualmente pero con otros nombres: públicos, concertados y privados. Con esto no quiero criticar a los colegios, sino a los diferentes gobiernos que tenemos que refuerzan que esto suceda.
También en el libro se puede apreciar cuándo empezó a hacerse importante estudiar una carrera. Se les decía que si querías ser alguien importante en la vida, tenías que estudiar mucho. Otra teoría más de lo que esá sucediendo ahora. Muchos estudiantes y poco trabajo. Se necesita más mano de obra, más trabajos manuales que no tienen asociada una carrera. Pero como muchos jóvenes tenemos carrera, dicen ¿yo, que tengo carrera, voy a trabajar de eso? Ni hablar, yo he estudiado para tener algo mejor.
No sabían ni sabemos mostrar a los niños/as que estudiar no sirve para llegar alto. Que para llegar alto tienes que empezar desde abajo, sirviendo café; que hay que trabajar; y sí, si te culturalizas como persona, mejor aún. Pero no es necesario una carrera para ser importante.
Una de las frases que más me ha gustado es la siguiente metáfora (con mis palabras) "la cabeza es como una casa, hay que amueblarla, poco a poco, sino, no sirve casi para nada" Ahora, amueblar vuestra cabeza, con lo que querais, pero que no sirva solo para guardar un cerebro vacío.
El próximo libro que voy a leer puedo denominarlo de autoayuda. Espero que lo espereis con impaciencia.