He rescatado este libro de la "pequeña" biblioteca que tiene mi padre en la buhardilla en Salamanca. Creo que no es un libro que él haya comprado, la verdad, pero ahí estaba y de allí me lo traje. Ahora, después de 15 días, está encima de la mesa de un salón en Madrid, ya leído y disfrutado.
Cuenta la propia historia del autor, Frank McCourt. Su infancia. Mejor dicho, su mala infancia. Según iba leyendo el libro, me estaba pasando lo mismo que cuando mis padres me cuentan anécdotas de cuando eran pequeños en el pueblo. Lo imagino todo en blanco y negro. Soy incapaz de darle color a la historia. Quizás sea por la infancia tan cruel que pasa el pequeño Francis, quizás por el concepto que tengo yo de esa época no tan lejana, quizás porque me parece tan irreal lo que leo, que no quiero hacerlo real. Aunque en el fondo sé que es real, y por desgracia, que aún sucede, y en color.
Me gusta cómo lo escribe. Según iba leyendo, me imaginaba a un niño escribiéndolo, no a un adulto. Con sus frases cortas, su lógica ilógica, su inocencia... Aunque en ocasiones se delata. En más de una ocasión me he encontrado pensando ¿cuánto le habrá afectado esta infancia? ¿cómo será Frank McCourt en el 2008? ¿que pensará su esposa, si la tiene? ¿y sus hijos/as?
También he tenido momentos de estar leyendo repeticiones que siguen hoy en día. Como la moda, que después de varios años se vuelven a llevar las calzas, o los pantalones de campana. Y empiezo a pensar que no hemos mejorado tanto, que la tecnología puede habernos hecho la vida más fácil, pero sigue siendo igual. Hay un párrafo que creo lo describe claramente:
"Vamos a la escuela por callejones y callejuelas para no encontrarnos con los niños respetables que van a la escuela de los Hermanos Cristianos ni con los ricos que van al colegio Crescent, el de los jesuitas. Los niños de las escuelas de los Hermanos Cristianos llevan chaquetas de
tweed, jerseys de lana calientes, camisas, corbatas y botas nuevas y relucientes. Sabemos que son los que trabajarán de funcionarios y ayudarán a la gente que dirige el mundo. Los chicos del colegio Crescent llevan chaquetas cruzadas y bufandas con los colores del colegio al cuello y por encima de los hombros para mostrar que son los amos del cotarro. LLevan el pelo largo, les cae por la frente y encima de los ojos, para poder mover el flequillo de un gesto como hacen los ingleses. Sabemos que son los que irán a la universidad, se harán cargo de la empresa familiar, dirigirán el gobierno, dirigirán el mundo. Nosotros seremos los recaderos que iremos en bicicleta a repartirles los comestibles o iremos a Inglaterra a trabajar en las obras. Nuestras hermanas cuidarán a sus hijos y les fregarán los suelos, a no ser que también ellas se vayan a Inglaterra. Nosotros lo sabemos..."
¿No os recuerda a algo? Soy maestra, y a mí, personalmente, me recuerda a la segregación que existe actualmente pero con otros nombres: públicos, concertados y privados. Con esto no quiero criticar a los colegios, sino a los diferentes gobiernos que tenemos que refuerzan que esto suceda.
También en el libro se puede apreciar cuándo empezó a hacerse importante estudiar una carrera. Se les decía que si querías ser alguien importante en la vida, tenías que estudiar mucho. Otra teoría más de lo que esá sucediendo ahora. Muchos estudiantes y poco trabajo. Se necesita más mano de obra, más trabajos manuales que no tienen asociada una carrera. Pero como muchos jóvenes tenemos carrera, dicen ¿yo, que tengo carrera, voy a trabajar de eso? Ni hablar, yo he estudiado para tener algo mejor.
No sabían ni sabemos mostrar a los niños/as que estudiar no sirve para llegar alto. Que para llegar alto tienes que empezar desde abajo, sirviendo café; que hay que trabajar; y sí, si te culturalizas como persona, mejor aún. Pero no es necesario una carrera para ser importante.
Una de las frases que más me ha gustado es la siguiente metáfora (con mis palabras) "la cabeza es como una casa, hay que amueblarla, poco a poco, sino, no sirve casi para nada" Ahora, amueblar vuestra cabeza, con lo que querais, pero que no sirva solo para guardar un cerebro vacío.
El próximo libro que voy a leer puedo denominarlo de autoayuda. Espero que lo espereis con impaciencia.